viernes, 21 de septiembre de 2007

TODOS LOS HOMBRES SON CIUDADES -fragmento-


Suave y escurridizo acudió Mohamer a los brazos de Dani. Era Mohamer el asistente de un muy amigo de Daniela, ex compañero de cuarto en su etapa nuyorkina. Total que Luis Ricardo, ya en Caracas a regañadientes, sobreviviendo y con otro estilo de vida que no aceptaba con mucha receptividad -más tropical y menos chic que el de la gran manzana junto a Dani-, luchaba para emparejar su sueño de bon vivant a costa de lo que fuera y en un país en vías de socialismo. Poca suerte tuvo el pobre: sus expectativas no alcanzaban a las de ninguna capital fuera del norte de América o Europa.

Luis Ricardo, era muy fino y pues imposible de complacer, y no se imaginaba Daniela cómo había ese rasgo de personalidad adquirido en Caracas proporciones de película. Luis Ricardo ya se mostraba como un personaje digno de estudio, al menos para Dani, quien ya contaba con un abanico de weirdos bien amplio casi abriéndose hasta la completa circunferencia. Daniela apretaba, no fueran a reventar, las anécdotas bajo la manga.

Volvamos a Mohamer. Un amante con desenvolvimiento medio y con varias historias sobre sí mismo ingenuamente fabricadas a lo American Gigolo pero con escenarios más económicos y cuyo cosmopolitismo llegaba penosamente a sectores vacacionales playeros de Venezuela. Eso sí, un vocabulario bastante restringido en inglés, casi de lactante, pero funcional en Los Roques, islas aledañas y otros paraderos turísticos donde la asistencia de este tipo de ayudantes es recompensada en varias escalas y en moneda extranjera, por no citar otros sistemas de pago.

Daniela se encontró de golpe y porrazo en el papel de sugar mommy por insaciable y terminò por desahogar a su amigo Luis Ricardo del gasto que le acarreaba la manutención del asistente. Con la crudeza que otorgan los años de trabajo duro para conseguir hacerse con una decente suma que veloz se va en pagos como la renta, electricidad y otros que nunca deseamos pagar pero que hay que, nuestra chica pensó así en deshacerse de ese jamás deseado compromiso y concentrarse en otro quehacer que no le exigiera tal gasto. Y de ese modo se desprendió del hábito de mujer protectora en ciudades machistas.

Había ya entendido que el sexo en la primera cita no lucía tan grave como el hecho de tener que correr con los gastos de los hombres en una ciudad como Caracas. -"No quiero imaginarme cómo será en México!-, pensaba. -Aunque en Nueva York no es tampoco el paraíso para las chicas que no quieren pagar-. Hay que joderse!". Recordó que en París siempre había sido invitada, por amigos y hasta por extraños recién conocidos en algún bar. También en España los chicos pagan, contra todo pronóstico, pero son especialistas en ponerlo de relieve, como para que no olvides que han sido ellos quienes han pagado y lo tengas en cuenta a la hora de las retribuciones.

La ciudad es todo lo que piensas que es, más sus habitantes, sus estilos de vida, la forma que tienen hombres y mujeres de verse en la calle, las lluvias, los tragos, las madres. Una ciudad puede ser más amigable que otra o más cara que otra o más peligrosa, pero la ciudad, cualquiera que sea, es la gente que te quiere, los amigos que tienes, las veces que te roban, las noches que no concilias el sueño porque la nostalgia de un buen momento pasado no te deja dormir, el sexo y los hombres que consigues.