viernes, 26 de octubre de 2007




YO QUIERO SER LA JUANI


Luego de dos meses, aproximadamente, sin acudir a una sala de cine, comencè a sentir una rara sensaciòn de angustia y mediocridad conmigo misma. Me he acostumbrado al DVD de buhoneros; fumar, retroceder y relajarse a nuestra discreciòn no tiene precio, sobre todo cuando hay que pagar el doble por el lujo de la gran pantalla. Lo cierto es que mantuve entre ceja y ceja el deseo de regresar a la sala de cine como quien presiente volverà a revolcarse con un antiguo amante: con reservas, lujuria y un par de tragos, para asì concentrada emprender la tarea. Tambièn esperè, para mi sorpresa, el momento ideal: una clase cancelada, una tarde y una ventana de 3 horas destinadas a salirme de mì.
Yo soy La Juani se llama la pelìcula que entrè a ver.
Cuando se revisita un territorio abandonado pero ya conocido, configuramos una escena a todo vapor que no se replica en la realidad. Mi desapego por las antesalas, la piel dura de tanto desencuentro y un credo escèptico de rigor dogmàtico velaron el rendezvous. En este caso, ya fungìa de hija pròdiga -valga el incestuoso calificativo- por partida doble: el cine y el director. No sabìa yo que me esperaban repetidas alegrìas como matrushkas. Igual que volver a tocar una piel familiar, de nuevo revuelta en àmbitos antiguos y, por ùltimo, pulsar extrañados ritmos que terminan por retumbar y entrar en mis femeninas fibras y asì hacerme llorar -un poco nada màs- y certificarme como una ingrata feliz si reconozco que allì, en ese episodio, he sorbido el màs profundo bliss.
Comenzarè por el principio. Un traspiès virò mis cotufas acomodadas junto con el nestea en un enorme receptàculo de plàstico que no parece una bandeja corriente, màs bien pienso en una bañera para infantes. ¡Còmo han cambiado las cosas desde que no vengo al cine, no recuerdo esas descomunales gavetas! Supongo que el disgusto por marchar con tan sobrenatural objeto se reflejò en mi torpeza y noqueò a la masiva caja de detergente que desperdigarìa la mitad de las palomitas tres escalones abajo. Asqueada por la estampa, y por mi escasa pericia, soltè un taco catàrtico que me dispuso desprevenida a los crèditos de Yo soy La Juani.
Con una fuente de letra tecnològica fea, que presumo tiene un nombre especìfico pero desconocido por mi edad y por falta de interès, pero similar a la de un celular que perdì alguna vez. De allì, por fortuna, toma La Juani el mando y en off declara ser precoz, cariñosa, trabajadora y familiar. Por pocos segundos la vemos hermosìsima sentada en la caja de un hipermercado y muy cordial con la clientela, al mismo tiempo que confiesa su sueño de ser actriz y de pirarse del trabajo porque tiene que llegar temprano luego de haberse ido de marcha con sus colegas y, pues, no lo lleva nada bien. Juani es de las que ponchan tarjeta a la salida y se estàn sacando el sostèn con una mano y montàndose la microfalda con la otra; no por nada una figura de Kali guarda a nuestro àngel desde su mesa de noche.
Y continùa la presentaciòn del personaje, que es simplemente fuera de serie. No dice su edad, pero la sabemos muy tierna y màs potente que el toro de Torres. De nuevo en off, presenta a Jonah, su chico y quintaesencia del macho castizo de cabo a rabo. Nos cuenta que lo ama y le creo, que lo quiere a morir, como querìa uno a los hombres con aquella edad y su cuerpo babilònico para querer.
A la salida del hipermercado, rauda, Juani casi codea un cartel que parece una promociòn y que dice: "A mì la calò... me la sùa", un abreboca de la cantera de expresiones clàsicas españolas con fines didàcticos, y por demàs ilustrativos, que mantiene su hervor durante noventa minutos. Juani cuando quiere a alguien, "lo quiere un huevo, joder!"; Jonah le quiere comprar una casa enorme "con una cama como una piscina, pa`tenela como una reina, coño!"; Juani "chupa polla como a los trè mese de salì con un tìo, porque sino eres una guarrilla!" y a quien le vea mucho a su Jonah le dice que "le vò a ponè un babero a la tìa esa" o "quiere que te busque los cubierto pa`que te lo coma de una puta vez, jodè, de tanto que lo mira?" o si alguien insiste mucho en algo existe la opciòn de: "què pasa tìo, no lo entiende o prefiere que te explique con manzanas?". Varios fotogramas recuerdan a Penèlope en Jamòn, Jamòn, pero el brìo de Verònica Echegui, Juani, es titànico. Su belleza en bruto, a juego con la ternura legìtima del extrarradio, convierten a Echegui en un nuevo portento de la interpretaciòn ibèrica. Con una decena de nombres històricos de reputado pedigrì por superar, Echegui y su Juani braman un duende gigante de talento abismal.
Bigas Luna ha trabajado con precisiòn de relojero a extraordinarias figuras del teatro y cine europeo y americano. Marìa Barranco, Victoria Abril, Angela Molina, Stefannia Sandrelli, Anna Galliena, Zelda Rubinstein e Isabel Pisano, cuentan entre las màs destacadas actrices del ruedo luniano. Su pulso visionario encumbrò a otras intèrpretes desde la calistenia hasta Hollywood y sus alrededores, como es el caso de Penèlope, Maribel Verdù, Aitana Sànchez Gijòn y Leonor Watling; pero con stamina como la de Echegui, el futuro de las ùltimas -incluyendo a Cruz- no luce muy despejado.
Una vez màs los personajes masculinos arrastran sus fatìdicas estrecheces de alma -y no me animo a mencionar las de pensamiento- y a travès de las mujeres el resto "se entera de lo que vale un peine".
En una escena de pique de carros intervenidos, tunned o pimped out, Bigas Luna rescata un capìtulo ejemplar y arquetìpico de la historia del celuloide y de la vida: la de dos bandas o pandillas que resuelven un entuerto con un duelo automovilìstico (Grease, 1978). Bigas instrumentaliza a su modo el episodio: las dos chicas causan el pleito y, asì, las pone al volante y amarra a los chicos en el capò para resolverlo. La Juani gana, por cierto, aunque no sea un triunfo avizor.
He sido una fanàtica de Bigas Luna desde muy joven. Gracias a èl y a Las edades de Lulù conocì a Lou Reed y quizàs allì se remonte el nacimiento de mi aficiòn por alinearme en los senderos salvajes. En Las edades de Lulù fue la primera vez que vi a Javier Bardem en la pantalla; tenìa un minùsculo pero poderoso personaje -muchos afirman lo mismo con su miembro: menudo pero resultòn-: un chico s&m de alquiler que gusta del fist fucking. Luego vi Bilbao, un increìble retrato de una prostituta con nombre de ciudad frìa y antipàtica y, despuès, Jamòn, Jamòn y Huevos de oro confirmarìan mi fidelidad a la experta estètica oracular del director.
Yo soy La Juani es el pinàculo de sus ejercicios estilìsticos desde filmes como Bilbao, Caniche, Jamòn, Jamòn, Huevos de oro. Seleccionar el submundo del tunning a caballo con fashion de cercanìas y hip hop castizo, como sintonizadores de una tìpica historia de coming of age con chico conoce a chica, suena como algo màs imposible que rebuscado. El submundo de Juani existe y es casi idèntico en todo el planeta. No dejè de pensar en Gwen Stefani por un segundo, Gwen es la Da Vinci y Rafael del màs lujoso y afilado hip hop blingy.
A mitad de Yo soy La Juani unas seis làgrimas acumularon justo cc. entre risas y respeto. Me descubrì llorando ante la pantalla otra vez y fue idèntico al momento cuando llorè mientras Las noches de Cabiria, La mala educaciòn, El àngel exterminador, El ùltimo tango en Parìs, Dreamers, Dr. Zhivago, Rodrigo D no futuro, A taste of honey, Seis grados de separaciòn, Matador, Danzòn, Profundo Carmesì, La mujer de arena, Cero en conducta o Happy Endings.
Por ahora concluirè con lo siguiente: si un director y un actor (Bigas y Echegui en este caso) nos hace subir, llegar, llorar, reìr, bajar y reirnos de nuevo porque creemos que nuestra heroina de verdad añora ser actriz y famosa mucho màs que el aroma de antisudoral econòmico que su chico usa, entre muchas màs cosas, estamos ante el màs genuino trato entre artista/director y espectador/fanàtico-seguidor. Yo soy La Juani es la comuniòn de Bigas con el ùltimo estadio posible de la horterìa española y, asì, la ascenciòn a la eternidad de la pelìcula como pieza referencial cinematogràfica de todos los tiempos en ese nicho, non plus ultra de una deliciosa cochinada Bigas Luna. El lugar que Juani y su amiga Vane escogen como merecido premio para cuando sean ricas y famosas es Venecia, como un americano lo harìa con Las Vegas, Atlantic City o Sunset Strip.
La banda sonora es impecable. Funciona como salòn de espejos de cada tema emblemàtico de la ordinariez castiza: la Mala Rodrìguez, las Ketchup y un sinfìn de bandas de hip hop españolas, junto con la inolvidable tonada bakalao, Barcelona es... de puta madre!
El trabajo de Echegui, no me harto de repetir, es de una exquisitez interpretativa jamàs vista antes en el cine europeo. Bueno, digamos que Beatrice Dalle hizo en su tiempo algo muy similar y, del mismo modo que Echegui, conmovedor; aunque Juani es de miedo y se las trae.
El director declarò en la primera rueda de prensa que promocionaba Yo soy La Juani que la necesidad de los chicos de la periferia "agudiza el ingenio y por eso toda la creatividad que tienen..." La productora del filme, con un tino a dos aguas entre teorìa y mercaderìa, afirmò que la pelìcula es un documento del "glamour de la periferia".
Salì del cine como pelo de conejo, lisita y contenta, en un limbo post orgasmal que es una delicia.

domingo, 7 de octubre de 2007

GORDITOS BAILARINES


Supongo que luego de asumir uno cierta conformidad con el fìsico y con la gravedad, tambièn vamos tras lo mismo con quienes nos atraen.Consciente de mis limitaciones y de mi abanico de posibilidades, es imposible que desee a un hombre como Brad Pitt, tan definido, esculpido y delgado. O todos esos modelitos cuasi actores. O hasta el mismo Jude Law, noooooooooooo, ni en pedo. ¡Què aburrimiento!

Caso contrario el de hombres altos y robustos, o normales de estatura pero robustazos pues; un Alec Baldwin en sus mejores tiempos, un bien sexy grueso y rollizo Sergi Lòpez, Vince Vaughn chunky como està ahora es ideal y un Lars Von Trier que sì tiene lo suyo.¡Ojo!: los flacos tambièn tienen su lugarcito por aquì y, de ser asì, los prefiero desgarbados, peludos y nada definidos. Un flaco, super flaquìsimo, me adiestrò muy a su modo en las lides màs bajas y suculentas del hedonismo con infinito humor... ese dìa o, mejor dirè que fueron dos, nos refocilamos sin tregua y luego llamò para repetir. Aunque no estuve "a la altura", acusè por las malas -siempre bien recibidas- mañas, pero no estuve capacitada para montar el show estàndar: èl sufriò de una acidez inesperada e incurable en el momento antes de... y yo abandonè la empresa por no querer esperar hasta el momento despuès de. Y todos tan contentos.
Pero, para evitar desencuentros y malos entendidos, generalmente, me voy por un gordito; nunca voy reclutando flacos. Los gorditos son mi equipo.

El gordito te ofrece esa seguridad de no torcerte los ojos si quieres un milhojas con arequipe, màs bien pide otro para no quitarte del tuyo; tampoco se espanta si no quieres subir al Àvila, claro que no, prefiere llevarte a comer pizza old school: grasosa, doble queso y con pepperoni. Un gordito jamàs te insinuarà que comiences una dieta... habràse visto! Con èl, el sexo serà placentero y el retozar càlido y dejarà saber que no eres tù la ùnica persona que tiene rollitos en la intimidad. A mì mis gorditos me abrazan y se sujetan firmes en mi barriguita cuando duermen conmigo. No todos al mismo tiempo... què màs quisiera yo!

Hay unos gorditos bailarines en Sàbado Sensacional en el programa "Bailando con los gorditos". Ser gordito y bailar bien, bailar bien rico, es tener la mitad de la pelea ganada; que cuàl pelea, la del bochorno de ser gordito y patachòn. Eso me quedò de mi padre: "hay que bailar bien porque si no se aburre uno màs que un mono en un bonsai". Y que lo digan ellos. El clip que querìa mostrar no quiere cargarse en este blog, razòn por la cual lo mostrarè en Se vale todo, todito hasta que sea capaz de postearlo aquì.